Una Invitación a Salir de la Zona de Confort
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Estaba cambiando mi piel y, mientras caían las capas que una vez me protegieron, una nueva sensación envolvía mi ser, ya no me sentía más aquella mujer empequeñecida que servía a la sociedad. Podía ver mi metamorfosis replicada en otros capullos que se abrían y nuevos seres despertaban, era parte de una manada que estábamos saliendo de la zona de confort, descubriendo que no teníamos por qué seguir arrastrándonos, teníamos un resplandeciente par de alas.
Sacudimos el mundo al mostrar nuestro poder. Ya no encajábamos en las viejas estructuras de dominación en las que nos habían colocado, estábamos deconstruyendo los dogmas, adueñándonos de nuestros derechos y conquistando nuestra libertad. Buscamos, cada cual a su manera, encontrarnos con nosotros mismos. No es cuestión de cambiar un paradigma por otro, se trata de reinventase con el corazón abierto, buscando nuestra mejor versión, esa que siempre estuvo en nuestro interior pujando por salir. Yo ya no me identificaba con esa mujer que fue criada para bajar la cabeza y obedecer, para complacer a un hombre; estaba removiendo los prejuicios y los mandatos con los que había sido configurada para instalar un nuevo programa que respondiera a mi pasión.
¿Cómo pude por tanto tiempo ir detrás del deseo del otro cuando a quien debía complacer era a mí? Todo parecía volverse evidente, todo ese poder había estado siempre adentro mío, pero lo mantuve dormido. Me habían hecho creer que no era valiosa, que no era suficientemente, que no podía sola. Me dijeron que amar duele y que hay que darlo todo hasta desgarrarse. Me enseñaron que ciertas cosas no se hacen, no se dicen, juzgaron mis intentos de libertad. Pero eso no era lo peor, luego entendí que fui yo quien validó y repitió todos esos dogmas, fui yo quien me desvaloricé, me reprimí. Yo fui quien ejerció los más crueles actos de violencia sobre mí.
Ya no era aquel ese ser apocado que se escondía en la crisálida. Cuando realmente pude verme, ya no necesité de la aprobación del otro. Desde mi interior, comencé mi revolución, empecé a crear a una mujer valiente y fuerte, independiente, que no cumple reglas en las que no cree en busca de aprobación sino que se acepta a sí misma, que se anima a hablar con honestidad, a sentir con intensidad, a afrontar el vértigo de vivir. Ya no quería mendigar amor, sino amarme; no pediría más permiso, iba romper las barreras; nadie más me diría para adónde ir, desplegaría mis alas de colores y saldría a volar.
No soy como me dijeron que debía ser, no soy perfecta, pero soy auténtica. No hago todo bien, pero estoy siendo fiel a mí misma.